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TEST BORRADO, QUIZÁS LE INTERESE: TEST DE SEGUNDO DE BACHILLERATO LECTURA CRITICA
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Título del Test:
TEST DE SEGUNDO DE BACHILLERATO LECTURA CRITICA

Descripción:
LECTURA CRITICA

Autor:
AVATAR
LCDA.MARIA GUTIERREZ
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Fecha de Creación:
11/04/2023

Categoría: Letras

Número Preguntas: 14
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Temario:
La palabra menstruación proviene del latín menstruus (menstruo) y la Real Academia Española (RAE) la define como «sangre procedente de la matriz que todos los meses evacúan naturalmente las mujeres y las hembras de ciertos animales». Mientras que «menstruo deriva de la palabra latina menses (mes, ciclo lunar, lunación) y se vincula al carácter cíclico de la Luna porque se produce aproximadamente cada 28 días, en correspondencia con la duración del período lunar y a la regularidad mensual de ambos ciclos», detalla el libro "Cosas de Mujeres", de la psicóloga experta en género Eugenia Tarzibachi. Pero más allá de su definición y etimología, la palabra menstruación carga con una profunda contradicción: es sinónimo de fertilidad, pero también de vergüenza. «La menstruación está muy relacionada con el proceso reproductivo, como la preparación para la maternidad, pero ese nido que está esperando algo que no ocurrió, esa sangre que queda es un desecho. Entonces es algo repulsivo, asqueroso, vergonzante y sucio», le dice Tarzibachi a BBC Mundo. «Estas son dos dimensiones íntimamente relacionadas», remarca. «Una respuesta general es que el cuerpo masculino (el que no menstrúa) es el que ha sido el eje de medidas de muchas cosas, de cómo funciona el organismo normalmente y de cómo la menstruación entonces sería considerada como una patología». La vergüenza sobre la menstruación es «la correspondencia de un tabú social» que estuvo y sigue estando presente, señala la experta en género. Entonces, cada mes hay que menstruar, pero se debe hacer como si no sucediera. «No solo se trata de no poder llamar a las cosas por su nombre, sino también de (la vergüenza de) tener que pedir públicamente una toallita o un tampón, o tener que llevarlo de manera escondida al baño para cambiarse», enumera. «Todos estos “microgestos” de vergüenza todavía existen y hablan de un tabú que ha calado muy hondo en las mujeres». Esa vergüenza que genera el cuerpo que menstrúa también se traslada a la lengua, porque la menstruación también hay que disimularla con la palabra. Entonces aparecen los eufemismos, «esa manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante», dice la RAE. «Juana la colorada», en Colombia; «me cantó el gallo», en Puerto Rico; «me vino la que te conté», en Venezuela; y «Andrés (el que viene una vez por mes)», en Argentina son algunos de los ejemplos que se utilizan en América Latina para evitar decir menstruación. También están «la regla», «la prima roja», «cosas de chicas» ... y muchos más. Llorente, A. (2020). «Día de la Mujer: "Vino Andrés", "Juana la colorada", "me cantó el gallo", las diferentes formas de llamar a la menstruación en América Latina y por qué es tabú». En BBC Mundo. Extraído de https://www.bbc.com/mundo/noticias-51700849 ¿Cuál es la mejor síntesis de la lectura? A pesar de su etimología, la menstruación presenta un trasfondo ambivalente, pues además de la fertilidad se la vincula con el rechazo y la vergüenza, y por ello se matiza con formas eufemísticas. Dado que el cuerpo masculino es el eje medidor de las funciones correctas del organismo, la menstruación es considerada aberrante para la sociedad y un tema de conversación prohibido. La etimología de la palabra menstruación se corresponde con la lunación, evidenciando así la naturalidad del proceso menstrual en las mujeres y en las hembras de ciertos animales. La única manera en la que las mujeres hacen referencia a la menstruación es a través de eufemismos debido al tabú que deviene en torno al tema por la reacción de vergüenza que genera.
La palabra menstruación proviene del latín menstruus (menstruo) y la Real Academia Española (RAE) la define como «sangre procedente de la matriz que todos los meses evacúan naturalmente las mujeres y las hembras de ciertos animales». Mientras que «menstruo deriva de la palabra latina menses (mes, ciclo lunar, lunación) y se vincula al carácter cíclico de la Luna porque se produce aproximadamente cada 28 días, en correspondencia con la duración del período lunar y a la regularidad mensual de ambos ciclos», detalla el libro "Cosas de Mujeres", de la psicóloga experta en género Eugenia Tarzibachi. Pero más allá de su definición y etimología, la palabra menstruación carga con una profunda contradicción: es sinónimo de fertilidad, pero también de vergüenza. «La menstruación está muy relacionada con el proceso reproductivo, como la preparación para la maternidad, pero ese nido que está esperando algo que no ocurrió, esa sangre que queda es un desecho. Entonces es algo repulsivo, asqueroso, vergonzante y sucio», le dice Tarzibachi a BBC Mundo. «Estas son dos dimensiones íntimamente relacionadas», remarca. «Una respuesta general es que el cuerpo masculino (el que no menstrúa) es el que ha sido el eje de medidas de muchas cosas, de cómo funciona el organismo normalmente y de cómo la menstruación entonces sería considerada como una patología». La vergüenza sobre la menstruación es «la correspondencia de un tabú social» que estuvo y sigue estando presente, señala la experta en género. Entonces, cada mes hay que menstruar, pero se debe hacer como si no sucediera. «No solo se trata de no poder llamar a las cosas por su nombre, sino también de (la vergüenza de) tener que pedir públicamente una toallita o un tampón, o tener que llevarlo de manera escondida al baño para cambiarse», enumera. «Todos estos “microgestos” de vergüenza todavía existen y hablan de un tabú que ha calado muy hondo en las mujeres». Esa vergüenza que genera el cuerpo que menstrúa también se traslada a la lengua, porque la menstruación también hay que disimularla con la palabra. Entonces aparecen los eufemismos, «esa manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante», dice la RAE. «Juana la colorada», en Colombia; «me cantó el gallo», en Puerto Rico; «me vino la que te conté», en Venezuela; y «Andrés (el que viene una vez por mes)», en Argentina son algunos de los ejemplos que se utilizan en América Latina para evitar decir menstruación. También están «la regla», «la prima roja», «cosas de chicas» ... y muchos más. Llorente, A. (2020). «Día de la Mujer: "Vino Andrés", "Juana la colorada", "me cantó el gallo", las diferentes formas de llamar a la menstruación en América Latina y por qué es tabú». En BBC Mundo. Extraído de https://www.bbc.com/mundo/noticias-51700849 La palabra DISIMULAR connota, en el texto, un óbice filosófico una variedad nocional un hábito verbal. un disfraz lingüístico. .
La palabra menstruación proviene del latín menstruus (menstruo) y la Real Academia Española (RAE) la define como «sangre procedente de la matriz que todos los meses evacúan naturalmente las mujeres y las hembras de ciertos animales». Mientras que «menstruo deriva de la palabra latina menses (mes, ciclo lunar, lunación) y se vincula al carácter cíclico de la Luna porque se produce aproximadamente cada 28 días, en correspondencia con la duración del período lunar y a la regularidad mensual de ambos ciclos», detalla el libro "Cosas de Mujeres", de la psicóloga experta en género Eugenia Tarzibachi. Pero más allá de su definición y etimología, la palabra menstruación carga con una profunda contradicción: es sinónimo de fertilidad, pero también de vergüenza. «La menstruación está muy relacionada con el proceso reproductivo, como la preparación para la maternidad, pero ese nido que está esperando algo que no ocurrió, esa sangre que queda es un desecho. Entonces es algo repulsivo, asqueroso, vergonzante y sucio», le dice Tarzibachi a BBC Mundo. «Estas son dos dimensiones íntimamente relacionadas», remarca. «Una respuesta general es que el cuerpo masculino (el que no menstrúa) es el que ha sido el eje de medidas de muchas cosas, de cómo funciona el organismo normalmente y de cómo la menstruación entonces sería considerada como una patología». La vergüenza sobre la menstruación es «la correspondencia de un tabú social» que estuvo y sigue estando presente, señala la experta en género. Entonces, cada mes hay que menstruar, pero se debe hacer como si no sucediera. «No solo se trata de no poder llamar a las cosas por su nombre, sino también de (la vergüenza de) tener que pedir públicamente una toallita o un tampón, o tener que llevarlo de manera escondida al baño para cambiarse», enumera. «Todos estos “microgestos” de vergüenza todavía existen y hablan de un tabú que ha calado muy hondo en las mujeres». Esa vergüenza que genera el cuerpo que menstrúa también se traslada a la lengua, porque la menstruación también hay que disimularla con la palabra. Entonces aparecen los eufemismos, «esa manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante», dice la RAE. «Juana la colorada», en Colombia; «me cantó el gallo», en Puerto Rico; «me vino la que te conté», en Venezuela; y «Andrés (el que viene una vez por mes)», en Argentina son algunos de los ejemplos que se utilizan en América Latina para evitar decir menstruación. También están «la regla», «la prima roja», «cosas de chicas» ... y muchos más. Llorente, A. (2020). «Día de la Mujer: "Vino Andrés", "Juana la colorada", "me cantó el gallo", las diferentes formas de llamar a la menstruación en América Latina y por qué es tabú». En BBC Mundo. Extraído de https://www.bbc.com/mundo/noticias-51700849 Resulta incompatible con el texto afirmar que el ciclo menstrual femenino es un tópico soslayado en las sociedades occidentales ha implicado un desarrollo eufemístico en las lenguas. tiene un vínculo directo con el poder de la maternidad siempre ha sido una fuente de orgullo para las mujeres.
La palabra menstruación proviene del latín menstruus (menstruo) y la Real Academia Española (RAE) la define como «sangre procedente de la matriz que todos los meses evacúan naturalmente las mujeres y las hembras de ciertos animales». Mientras que «menstruo deriva de la palabra latina menses (mes, ciclo lunar, lunación) y se vincula al carácter cíclico de la Luna porque se produce aproximadamente cada 28 días, en correspondencia con la duración del período lunar y a la regularidad mensual de ambos ciclos», detalla el libro "Cosas de Mujeres", de la psicóloga experta en género Eugenia Tarzibachi. Pero más allá de su definición y etimología, la palabra menstruación carga con una profunda contradicción: es sinónimo de fertilidad, pero también de vergüenza. «La menstruación está muy relacionada con el proceso reproductivo, como la preparación para la maternidad, pero ese nido que está esperando algo que no ocurrió, esa sangre que queda es un desecho. Entonces es algo repulsivo, asqueroso, vergonzante y sucio», le dice Tarzibachi a BBC Mundo. «Estas son dos dimensiones íntimamente relacionadas», remarca. «Una respuesta general es que el cuerpo masculino (el que no menstrúa) es el que ha sido el eje de medidas de muchas cosas, de cómo funciona el organismo normalmente y de cómo la menstruación entonces sería considerada como una patología». La vergüenza sobre la menstruación es «la correspondencia de un tabú social» que estuvo y sigue estando presente, señala la experta en género. Entonces, cada mes hay que menstruar, pero se debe hacer como si no sucediera. «No solo se trata de no poder llamar a las cosas por su nombre, sino también de (la vergüenza de) tener que pedir públicamente una toallita o un tampón, o tener que llevarlo de manera escondida al baño para cambiarse», enumera. «Todos estos “microgestos” de vergüenza todavía existen y hablan de un tabú que ha calado muy hondo en las mujeres». Esa vergüenza que genera el cuerpo que menstrúa también se traslada a la lengua, porque la menstruación también hay que disimularla con la palabra. Entonces aparecen los eufemismos, «esa manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante», dice la RAE. «Juana la colorada», en Colombia; «me cantó el gallo», en Puerto Rico; «me vino la que te conté», en Venezuela; y «Andrés (el que viene una vez por mes)», en Argentina son algunos de los ejemplos que se utilizan en América Latina para evitar decir menstruación. También están «la regla», «la prima roja», «cosas de chicas» ... y muchos más. Llorente, A. (2020). «Día de la Mujer: "Vino Andrés", "Juana la colorada", "me cantó el gallo", las diferentes formas de llamar a la menstruación en América Latina y por qué es tabú». En BBC Mundo. Extraído de https://www.bbc.com/mundo/noticias-51700849 Se infiere que los eufemismos, desde el punto de vista de la semántica, nos brindan mecanismos para hablar objetivamente de todo referente son herramientas lingüísticas para aproximarnos a temas que son tabú. se han elaborado, desde antiguo, para hablar solo de la menstruación. solamente tiene sentido verbal cuando reemplazan a voces malsonantes. .
La palabra menstruación proviene del latín menstruus (menstruo) y la Real Academia Española (RAE) la define como «sangre procedente de la matriz que todos los meses evacúan naturalmente las mujeres y las hembras de ciertos animales». Mientras que «menstruo deriva de la palabra latina menses (mes, ciclo lunar, lunación) y se vincula al carácter cíclico de la Luna porque se produce aproximadamente cada 28 días, en correspondencia con la duración del período lunar y a la regularidad mensual de ambos ciclos», detalla el libro "Cosas de Mujeres", de la psicóloga experta en género Eugenia Tarzibachi. Pero más allá de su definición y etimología, la palabra menstruación carga con una profunda contradicción: es sinónimo de fertilidad, pero también de vergüenza. «La menstruación está muy relacionada con el proceso reproductivo, como la preparación para la maternidad, pero ese nido que está esperando algo que no ocurrió, esa sangre que queda es un desecho. Entonces es algo repulsivo, asqueroso, vergonzante y sucio», le dice Tarzibachi a BBC Mundo. «Estas son dos dimensiones íntimamente relacionadas», remarca. «Una respuesta general es que el cuerpo masculino (el que no menstrúa) es el que ha sido el eje de medidas de muchas cosas, de cómo funciona el organismo normalmente y de cómo la menstruación entonces sería considerada como una patología». La vergüenza sobre la menstruación es «la correspondencia de un tabú social» que estuvo y sigue estando presente, señala la experta en género. Entonces, cada mes hay que menstruar, pero se debe hacer como si no sucediera. «No solo se trata de no poder llamar a las cosas por su nombre, sino también de (la vergüenza de) tener que pedir públicamente una toallita o un tampón, o tener que llevarlo de manera escondida al baño para cambiarse», enumera. «Todos estos “microgestos” de vergüenza todavía existen y hablan de un tabú que ha calado muy hondo en las mujeres». Esa vergüenza que genera el cuerpo que menstrúa también se traslada a la lengua, porque la menstruación también hay que disimularla con la palabra. Entonces aparecen los eufemismos, «esa manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante», dice la RAE. «Juana la colorada», en Colombia; «me cantó el gallo», en Puerto Rico; «me vino la que te conté», en Venezuela; y «Andrés (el que viene una vez por mes)», en Argentina son algunos de los ejemplos que se utilizan en América Latina para evitar decir menstruación. También están «la regla», «la prima roja», «cosas de chicas» ... y muchos más. Llorente, A. (2020). «Día de la Mujer: "Vino Andrés", "Juana la colorada", "me cantó el gallo", las diferentes formas de llamar a la menstruación en América Latina y por qué es tabú». En BBC Mundo. Extraído de https://www.bbc.com/mundo/noticias-51700849 Si el cuerpo masculino también experimentase la menstruación, desde la óptica de género, la menstruación dejaría de ser considerada una patología las mujeres hablarían abiertamente sobre la menstruación. todas las clases de educación sexual resultarían complejas. ) hombres y mujeres reprimirían por completo su sexualidad.
En nuestro país tenemos una percepción del concepto de autoestima exactamente al revés de lo que significa realmente. Todas aquellas personas que aparecen con desplante o ‘fuertes de carácter’ son, en realidad, todo lo contrario: tienen una autoestima baja. Una persona con autoestima sana no necesita alterarse ni levantar la voz para decir lo que tiene que decir. Si opinamos distinto no le afecta, no necesita que los demás lo aprueben para mantener su comodidad interior. Cuando una persona se muestra alterada, revela algo de su mundo interior: nos dice, en el fondo, que algo lo afecta y no tiene el temple necesario para lidiar con la fuente de su miedo o aprensión. La expresión bien conocida "Compréndanme, tengo un carácter fuerte" no es más que un recurso lingüístico para tapar nuestro mal genio y está lejos de representar un carácter verdaderamente fuerte, sino más bien un carácter débil. Es el miedo lo que nos hace buscar protección con estrategias de defensa: gritar, golpear la mesa, ofender a quienes queremos. Muchas veces recurrimos a la violencia como forma de protegernos, y necesitamos crear una ilusión de autoestima, cuando estamos manipulados por ese miedo. Ese miedo está relacionado a hechos de nuestro entorno que no podemos controlar por carecer de la fortaleza de ánimo necesaria para ello. Elevar realmente nuestra autoestima nos permite disminuir la cantidad de cosas que aparecen amenazantes allá afuera. Esto implica pensar en el fenómeno de la consciencia, pues debemos estar conscientes de los hechos que nos producen reacciones de miedo. Si queremos elevar nuestra autoestima, es conveniente comprender los hechos tal como se producen sin interpretación. Así, el primer paso para obtener una autoestima sana es el despertar, cobrar consciencia de los factores que vemos potencialmente peligrosos. Es útil aclarar que lo contrario de la autoestima no es la heteroestima o estima de los otros, sino la desestima propia. Cada uno de nosotros es valioso por existir. Somos seres completos, disponemos de todos los recursos internos para proyectarnos, y contemplar el mundo tal como es. Si llegamos a ser conscientes de esto, nuestra autoestima mejorará y, verdaderamente, tendremos un carácter fuerte. En el texto, TEMPLE significa violencia pasividad deseo brega aplomo.
En nuestro país tenemos una percepción del concepto de autoestima exactamente al revés de lo que significa realmente. Todas aquellas personas que aparecen con desplante o ‘fuertes de carácter’ son, en realidad, todo lo contrario: tienen una autoestima baja. Una persona con autoestima sana no necesita alterarse ni levantar la voz para decir lo que tiene que decir. Si opinamos distinto no le afecta, no necesita que los demás lo aprueben para mantener su comodidad interior. Cuando una persona se muestra alterada, revela algo de su mundo interior: nos dice, en el fondo, que algo lo afecta y no tiene el temple necesario para lidiar con la fuente de su miedo o aprensión. La expresión bien conocida "Compréndanme, tengo un carácter fuerte" no es más que un recurso lingüístico para tapar nuestro mal genio y está lejos de representar un carácter verdaderamente fuerte, sino más bien un carácter débil. Es el miedo lo que nos hace buscar protección con estrategias de defensa: gritar, golpear la mesa, ofender a quienes queremos. Muchas veces recurrimos a la violencia como forma de protegernos, y necesitamos crear una ilusión de autoestima, cuando estamos manipulados por ese miedo. Ese miedo está relacionado a hechos de nuestro entorno que no podemos controlar por carecer de la fortaleza de ánimo necesaria para ello. Elevar realmente nuestra autoestima nos permite disminuir la cantidad de cosas que aparecen amenazantes allá afuera. Esto implica pensar en el fenómeno de la consciencia, pues debemos estar conscientes de los hechos que nos producen reacciones de miedo. Si queremos elevar nuestra autoestima, es conveniente comprender los hechos tal como se producen sin interpretación. Así, el primer paso para obtener una autoestima sana es el despertar, cobrar consciencia de los factores que vemos potencialmente peligrosos. Es útil aclarar que lo contrario de la autoestima no es la heteroestima o estima de los otros, sino la desestima propia. Cada uno de nosotros es valioso por existir. Somos seres completos, disponemos de todos los recursos internos para proyectarnos, y contemplar el mundo tal como es. Si llegamos a ser conscientes de esto, nuestra autoestima mejorará y, verdaderamente, tendremos un carácter fuerte. Medularmente, la autoestima se considera como: La fortaleza de carácter en el sentido de reaccionar enérgicamente frente a los juicios de personas del entorno familiar. La atención permanente a las opiniones ajenas para modificar una conducta que pueda ser considerada incorrecta. el sentimiento de comodidad interior frente al entorno y a los demás, basado en la consciencia del real valor de la persona La reacción violenta, rápida y efectiva en contra de las críticas que tratan de despreciar lo que uno hace en la vida. La sensación de poder hacerlo todo, hasta lo imposible, sin importar la infracción de las normas de convivencia social.
En nuestro país tenemos una percepción del concepto de autoestima exactamente al revés de lo que significa realmente. Todas aquellas personas que aparecen con desplante o ‘fuertes de carácter’ son, en realidad, todo lo contrario: tienen una autoestima baja. Una persona con autoestima sana no necesita alterarse ni levantar la voz para decir lo que tiene que decir. Si opinamos distinto no le afecta, no necesita que los demás lo aprueben para mantener su comodidad interior. Cuando una persona se muestra alterada, revela algo de su mundo interior: nos dice, en el fondo, que algo lo afecta y no tiene el temple necesario para lidiar con la fuente de su miedo o aprensión. La expresión bien conocida "Compréndanme, tengo un carácter fuerte" no es más que un recurso lingüístico para tapar nuestro mal genio y está lejos de representar un carácter verdaderamente fuerte, sino más bien un carácter débil. Es el miedo lo que nos hace buscar protección con estrategias de defensa: gritar, golpear la mesa, ofender a quienes queremos. Muchas veces recurrimos a la violencia como forma de protegernos, y necesitamos crear una ilusión de autoestima, cuando estamos manipulados por ese miedo. Ese miedo está relacionado a hechos de nuestro entorno que no podemos controlar por carecer de la fortaleza de ánimo necesaria para ello. Elevar realmente nuestra autoestima nos permite disminuir la cantidad de cosas que aparecen amenazantes allá afuera. Esto implica pensar en el fenómeno de la consciencia, pues debemos estar conscientes de los hechos que nos producen reacciones de miedo. Si queremos elevar nuestra autoestima, es conveniente comprender los hechos tal como se producen sin interpretación. Así, el primer paso para obtener una autoestima sana es el despertar, cobrar consciencia de los factores que vemos potencialmente peligrosos. Es útil aclarar que lo contrario de la autoestima no es la heteroestima o estima de los otros, sino la desestima propia. Cada uno de nosotros es valioso por existir. Somos seres completos, disponemos de todos los recursos internos para proyectarnos, y contemplar el mundo tal como es. Si llegamos a ser conscientes de esto, nuestra autoestima mejorará y, verdaderamente, tendremos un carácter fuerte. Se infiere que una persona con verdadera autoestima Siempre creerá que es el único que merece un premio. Se desespera cuando recibe críticas de las demás personas Se enfrenta con calma a las adversidades del entorno. Trata con desdén a las personas que no conoce bien. Suele exhibir cierto desplante en sus comportamientos.
En nuestro país tenemos una percepción del concepto de autoestima exactamente al revés de lo que significa realmente. Todas aquellas personas que aparecen con desplante o ‘fuertes de carácter’ son, en realidad, todo lo contrario: tienen una autoestima baja. Una persona con autoestima sana no necesita alterarse ni levantar la voz para decir lo que tiene que decir. Si opinamos distinto no le afecta, no necesita que los demás lo aprueben para mantener su comodidad interior. Cuando una persona se muestra alterada, revela algo de su mundo interior: nos dice, en el fondo, que algo lo afecta y no tiene el temple necesario para lidiar con la fuente de su miedo o aprensión. La expresión bien conocida "Compréndanme, tengo un carácter fuerte" no es más que un recurso lingüístico para tapar nuestro mal genio y está lejos de representar un carácter verdaderamente fuerte, sino más bien un carácter débil. Es el miedo lo que nos hace buscar protección con estrategias de defensa: gritar, golpear la mesa, ofender a quienes queremos. Muchas veces recurrimos a la violencia como forma de protegernos, y necesitamos crear una ilusión de autoestima, cuando estamos manipulados por ese miedo. Ese miedo está relacionado a hechos de nuestro entorno que no podemos controlar por carecer de la fortaleza de ánimo necesaria para ello. Elevar realmente nuestra autoestima nos permite disminuir la cantidad de cosas que aparecen amenazantes allá afuera. Esto implica pensar en el fenómeno de la consciencia, pues debemos estar conscientes de los hechos que nos producen reacciones de miedo. Si queremos elevar nuestra autoestima, es conveniente comprender los hechos tal como se producen sin interpretación. Así, el primer paso para obtener una autoestima sana es el despertar, cobrar consciencia de los factores que vemos potencialmente peligrosos. Es útil aclarar que lo contrario de la autoestima no es la heteroestima o estima de los otros, sino la desestima propia. Cada uno de nosotros es valioso por existir. Somos seres completos, disponemos de todos los recursos internos para proyectarnos, y contemplar el mundo tal como es. Si llegamos a ser conscientes de esto, nuestra autoestima mejorará y, verdaderamente, tendremos un carácter fuerte. Si una persona sustenta su estima personal en lo que dicen los demás: confunde autoestima con heteroestima. demuestra una autoestima suficiente. aplica un carácter realmente fuerte. tiene una autoestima de índole social. revela un análisis correcto de la autoestima.
En nuestro país tenemos una percepción del concepto de autoestima exactamente al revés de lo que significa realmente. Todas aquellas personas que aparecen con desplante o ‘fuertes de carácter’ son, en realidad, todo lo contrario: tienen una autoestima baja. Una persona con autoestima sana no necesita alterarse ni levantar la voz para decir lo que tiene que decir. Si opinamos distinto no le afecta, no necesita que los demás lo aprueben para mantener su comodidad interior. Cuando una persona se muestra alterada, revela algo de su mundo interior: nos dice, en el fondo, que algo lo afecta y no tiene el temple necesario para lidiar con la fuente de su miedo o aprensión. La expresión bien conocida "Compréndanme, tengo un carácter fuerte" no es más que un recurso lingüístico para tapar nuestro mal genio y está lejos de representar un carácter verdaderamente fuerte, sino más bien un carácter débil. Es el miedo lo que nos hace buscar protección con estrategias de defensa: gritar, golpear la mesa, ofender a quienes queremos. Muchas veces recurrimos a la violencia como forma de protegernos, y necesitamos crear una ilusión de autoestima, cuando estamos manipulados por ese miedo. Ese miedo está relacionado a hechos de nuestro entorno que no podemos controlar por carecer de la fortaleza de ánimo necesaria para ello. Elevar realmente nuestra autoestima nos permite disminuir la cantidad de cosas que aparecen amenazantes allá afuera. Esto implica pensar en el fenómeno de la consciencia, pues debemos estar conscientes de los hechos que nos producen reacciones de miedo. Si queremos elevar nuestra autoestima, es conveniente comprender los hechos tal como se producen sin interpretación. Así, el primer paso para obtener una autoestima sana es el despertar, cobrar consciencia de los factores que vemos potencialmente peligrosos. Es útil aclarar que lo contrario de la autoestima no es la heteroestima o estima de los otros, sino la desestima propia. Cada uno de nosotros es valioso por existir. Somos seres completos, disponemos de todos los recursos internos para proyectarnos, y contemplar el mundo tal como es. Si llegamos a ser conscientes de esto, nuestra autoestima mejorará y, verdaderamente, tendremos un carácter fuerte. Resulta incompatible con el texto decir que una personalidad verdaderamente fuerte se caracteriza por: una voluntad de querer hacer las cosas bien, aún con muchas dificultades. expresarse siempre con un volumen alto de voz y con frases malsonantes. hablar con cordialidad, incluso, a las personas que se muestran descorteses no intimidarse frente a los problemas que pueda haber en el difícil entorno. sentir que posee un real valor que no depende de la estima de los demás. .
el sinonimo de SOCAVAR modificar mermar minar acabar destruir.
El sinónimo de Munífico piadoso compasivo benévolo desprendido dispendioso.
el sinonimo de COGITATIVO prudente estudioso interesado reflexivo imaginativo .
encontrar el sinonimo CONSUETUDINARIO continuo habitual adecuado contiguo monótono.
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