Tema 1 - aprendizaje emocional y social
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Título del Test:![]() Tema 1 - aprendizaje emocional y social Descripción: UNED _ curso 2024 -2025 |




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Conocer sobre el desarrollo evolutivo del niño no nos permite despojarnos de tópicos y prácticas saludables. V. F. Los procesos madurativos infantiles precisan de un ambiente respetuoso, sabedor de la idiosincrasia de esta etapa. V. F. Un acompañamiento emocional respetuoso en la infancia no precisa de conocimiento, observación y respeto. V. F. La base de un acompañamiento emocional en la infancia parte de la comprensión del origen de la emoción. V. F. De acuerdo con González-Vara (2015), tres aspectos esenciales que se han de tener en cuenta durante la etapa infantil son: prematuridad, empatía y coherencia. V. F. Un exceso de protección obstaculiza el natural proceso de autonomía, así como una ausencia de respuesta genera un daño emocional en el bebé. V. F. La necesidad emocional infantil es una necesidad que permanece mutable al paso del tiempo. V. F. Muñoz (2024) alude a la altricidad para describir la dependencia que el niño manifiesta hacia los cuidados de sus figuras de referencia. V. F. Protección, empatía y apego han de ser satisfechas adecuadamente por el adulto a través de la creación de una relación y vínculo afectivo saludable. V. F. El círculo de seguridad (Cooper, Hoffman y Powell, 2020) permite comprender la doble función que ejercen los cuidadores principales: alentar a la exploración y acompañar la vuelta a casa. V. F. Bowlby y Ainsworth fueron precursores de la teoría del apego. V. F. Bawlby focalizó parte de su investigación en determinar la relación entre la perdida o deprivación de la figura materna en la infancia y su influencia en el desarrollo de la personalidad. V. F. Ainsworth resaltó la importancia de establecer vínculos afectivos a lo largo de la vida a través de la interacción con personas significativas que constituyen las figuras de apego. F. V. Las figuras de apego garantizan la supervivencia y favorecen la salud física y mental; conforman la base segura a partir de la que el niño pueda explorar sin temor y satisfacen las necesidades de comunicación y afecto. V. F. Airsworth centró sus estudios en los orígenes interactivos del apego y acuñó el concepto de sensibilidad materna hacia las señales del niño. V. F. En el apego seguro, el cuidador principal da respuesta a las necesidades emocionales y busca un equilibro entre seguridad y exploración. V. F. Existen 5 tipos básicos de apego: seguro, inseguro-evitativo, inseguro-ansioso, inseguro-ambivalente e inseguro-desorganizado. V. F. En el apego inseguro-evitativo, el cuidador principal atiende a las necesidades asistenciales del niño, pero no está disponible física o emocionalmente. V. F. En el apego inseguro-ansioso-ambivalente, el cuidador principal da respuesta a las necesidades emocionales de forma exagerada y genera represión emocional. V. F. El apego inseguro desorganizado suele aparecer ligado a situaciones de maltrato o negligencia y no se atienden las necesidades. V. F. Cannon (1932) fue el precursor del término autorregulación, concepto que alude al autoconocimiento que un organismo posee en torno a sus necesidades fisiológicas. V. F. Muñoz (2024) define el término autorregulación como la capacidad para poder modular nuestro propio sistema sanguíneo. F. V. Lograr la autorregulación emocional precisa de un desarrollo neuroevolutivo adecuado, así como de una base de seguridad, interacciones afectuosas y experiencias de amor (gonzález-vara, 2019). V. F. Muñoz (2024) propone un decálogo para un acompañamiento emocional sensible y respetuoso con las necesidades de la infancia: prevenir, sostener, cuidar, validar, soltar, sensaciones corporales agradables, intención positiva, revisar, aprendizaje y amor condicional. V. F. Muñoz (2024) propone un decálogo para un acompañamiento emocional sensible y respetuoso con las necesidades de la infancia: prevenir, sostener, cuidar, validar, soltar, sensaciones corporales agradables, intención positiva, revisar, aprendizaje y amor incondicional. V. F. En el decálogo de Muñoz (2024), prevenir para acompañar el desarrollo infantil parte de un autocuidado y una revisión de nuestras expectativas. V. F. En el decálogo de Muñoz (2024), cuidar significa ofrecer un espacio seguro donde los niños puedan expresar sus emociones. V. F. En el decálogo de Muñoz (2024), sostener precisa de altas dosis de empatía: ponernos en el lugar de los niños y comprender sus perspectivas y sentimientos. V. F. En el decálogo de Muñoz (2024), validar significa darle un nombre a las emociones, analizar lo ocurrido ( buscarle un sentido) y tratar de hallar soluciones. V. F. En el decálogo de Muñoz (2024), soltar se refiere a ofrecer alternativas de descarga, opciones para dejar ir ese estado emocional que ha ocasionado el intenso pico emocional. V. F. En el decálogo de Muñoz (2024), las sensaciones corporales agradables significa guiar al niño para la constatación de los cambios en otras sensaciones más placenteras. V. F. En el decálogo de Muñoz (2024), la intención positiva busca atribuir un sentido a las emociones intensas experimentadas, y una vez superada la explosión emocional, encontrar una explicación a lo ocurrido. V. F. En el decálogo de Muñoz (2024), revisar significa buscar soluciones conjuntas; constituye un momento ideal para enseñar habilidades de resolución de conflictos y tener en cuenta su punto de vista. V. F. En el decálogo de Muñoz (2024), Revisar busca comprender lo sucedido, lo cual nos dota de estrategias para situaciones futuras, además de ser conscientes de nuestras emociones y aprender a manejarles de forma efectiva. V. F. En el decálogo de Muñoz (2024), en amor incondicional, ofrecer amor y apoyo es crucial; les brinda seguridad y refuerza su autoestima. V. F. El origen etimológico de la palabra emoción es «e-mocion» que significa movimiento hacia el interior. V. F. Prestar atención a nuestras emociones facilita la toma de decisiones, atendiendo a lo que nos resulta o no agradable, a lo que deseamos o pretendemos modificar. V. F. Según Simó (2018), una sensación es una respuesta inmediata ante la recepción de un estímulo y cada persona procesa un nivel diferente de intensidad y cualidad. V. F. La capacidad para organizar las emociones se denomina percepción. V. F. Un sentimiento surge al otorgar forma y significado a la emoción; un sentimiento es consciente y explícito. V. F. Un sentimiento implica una interpretación subjetiva y precisa de una construcción personal. F. V. Un estado de ánimo es una manera de estar prolongada en el tiempo, tiende a ser estable en el tiempo y se experimenta de forma sutil. V. F. A diferencia de la emoción, un estado de ánimo es intenso y breve. F. V. Las emociones son respuestas del cuerpo que se manifiestan a través de un impacto intenso, rápido y transitorio; repercuten a nivel cerebral y corporal. V. F. De acuerdo con la teoría constructivista de la emoción, las acciones que efectuamos como respuesta no son «cosas que nos pasan», sino que las elegimos. V. F. La teoría de la emoción construida sostiene que las emociones son hipótesis que nuestro cerebro efectúa a partir de las sensaciones corporales que llegan desde el sistema exteroceptivo. F. V. Bueno (2021) sostiene que la parte del cerebro especializada en generar las emociones son las amígdalas, y entre sus funciones se encuentran el control motor, la generación de las emociones, la cognición y el aprendizaje. V. F. Bueno (2021) sostiene que no existe consenso entre la comunidad científica acerca de cuántas emociones pueden generar las amígdalas, sin embargo sí clasifica unas 50 emociones. F. V. Las respuestas infantiles tienden a ser más impulsivas (dominadas por un sistema límbico y consecuencia de la inmadurez de la corteza prefrontal) y suelen ser catalogadas como irracionales. V. F. La omnipresencia del lenguaje emocional en los primeros años de vida genera respuestas débiles que precisan de una atención consciente y coherente con las demandas infantiles. F. V. El miedo es la emoción que surge ante una percepción de peligro en una situación que no podemos predecir ni controlar y que nos genera inseguridad. V. F. El miedo es una emoción básica y no cumple una función adaptativa. V. F. Durante la infancia surgen miedos considerados evolutivos que con el tiempo desaparecen, si al contrario se instauran y condicionan nuestro día a día, podríamos hallarnos ante una fobia o ansiedad. V. F. En los primeros meses de vida, los miedos más comunes suelen estar ligados a ruidos fuertes o la pérdida de apoyo. V. F. Tras los primeros meses de vida, surgen los temores relacionados con el miedo a los conocidos y a la separación de la figura de apego. V. F. Cumplido el primer año de vida y hasta los dos años y medio, persisten miedos como el de separación y surgen nuevos, tales como el temor a algunos animales o fenómenos meteorológicos. V. F. En torno a los 2 años, surge la capacidad para poder imaginar un objeto con la necesidad de que esté presente, es en este período cuando suelen surgir los miedos a la oscuridad o a seres fantásticos. V. F. A partir de los 7 y hasta los 11 o 12 años, los miedos que suelen darse tienden a estar vinculados con el mundo real: el temor a equivocarnos y a la respuesta a los padres; a estar solos o a perder amistades; a dañarse o sufrir una enfermedad, accidente o, incluso, la muerte. V. F. La aparición de los miedos tiende a estar ligada a una predisposición genética y a la convivencia con factores ambientales. V. F. Para experimentar un miedo es necesario tener una experiencia directa con el estímulo desagradable, y no basta solo con observar reacciones de miedo de otras personas ante una situación determinada. V. F. Existen 3 formas diferentes de adquirir el miedo: la vivencia de una experiencia atemorizante; el aprendizaje por observación de la respuesta en otra persona o a través de la transmisión de información (narraciones o historias, películas, noticias...). V. F. Las emociones más intensas suelen ser experimentadas con las personas adultas de referencia. V. F. De acuerdo con Soler y Roger (2019) el miedo a la separación de los padres se intensifica hacia los 3 años. V. F. De acuerdo con Soler y Roger (2019) durante el primer año (0-12 meses), el miedo a los extraños puede persistir como timidez y suele unirse al miedo a la separación. V. F. Según Simó (2019) para mirar de frente al miedo es necesario: legitimar tu emoción, escucharla, actualizar tus recursos personales y decidir qué quieres hacer. V. F. Sí es posible prevenir la aparición de los miedos, ya que la mayoría son evolutivos y cumplen una función adaptativa. F. V. La amenaza o el miedo como recurso educativo nunca debería ser una opción, la sumisión al maestro sí constituye una buena forma de educar. V. F. El enfado y la rabia es la emoción que vivenciamos cuando nuestro deseo encuentra un obstáculo para su satisfacción. V. F. La rabia es la emoción que nos empuja a reafirmar nuestros anhelos y defender nuestro espacio (Simó, 2018). V. F. Un enfado saludable puede ayudamos a resolver de forma adecuada un conflicto, defendiendo nuestro espacio e integridad, pero siempre desde el respeto a los demás y al entorno. V. F. El enfado bien gestionado, puede ayudarnos a estructurarnos y autorregularnos, por lo tanto, el límite lo impondremos ante la emoción, no ante la conducta. F. V. La clave para acompañar a un niño durante un enfado es legitimar la emoción a la vez que facilitamos herramientas de descarga. V. F. En ocasiones, la manifestación del enfado en los niños no responde a una desregularización energética, consecuencia de un estado de cansancio, sino a una frustración. F. V. Los conflictos pueden constituir un excelente recurso didáctico, de ahí que no debamos evitarlos o resolverlos sin que los niños medien, pues se les estaría privando de un aprendizaje vital transcendental. V. F. La resolución del conflicto precisa de emitir juicios para poder enfocarnos en la situación y posicionarnos. F. V. Para un buen acompañamiento emocional del enfado es necesario compartir como te sientes, pensar antes de actuar, encontrar un lugar tranquilo para relajarte, convertir tu enfado en algo positivo, respirar brevemente y poner atención a en qué parte de tu cuerpo sientes el enfado. F. V. La tristeza es la emoción que suele estar presente cuando perdemos algo, además de que, cambios físicos, desequilibrios hormonales o cambios climatológicos también pueden incidir en nuestra emoción. V. F. En los primeros años de vida de un niño es común encontrar una conducta irritable más que un estado de ánimo decaído. V. F. Generalmente, los niños, ante una pérdida, suelen experimentar negación y protesta; desesperación; depresión; e irritabilidad para, finalmente, lograr la resolución. V. F. La tristeza es una emoción que precisa de activación y mucha planificación para que el niño no tenga que enfrentar dolor. F. V. La alegría es una emoción que experimentamos al recibir una buena noticia, cuando algo nos sale bien, cuando alcanzamos un deseo o cuando nos abrazan y abrazamos, cuando nos besan y besamos o recibimos una sorpresa agradable. V. F. Los momentos alegres favorecen nuestra autoestima y autoconfianza, pero no mejoran nuestro rendimiento cognitivo. F. V. La vergüenza es la emoción que experimentamos cuando nos sentimos ridículos por considerar que hemos hecho algo inadecuado y que parte de una valoración de otros y de una determinada situación. F. V. La vergüenza no es una emoción innata sino que está estrechamente vinculada con las vivencias y experiencias previas. V. F. Un acompañamiento respetuoso ante la vergüenza pasa por recurrir a las etiquetas para comprender más la situación del niño, ya que precisan de nuestro apoyo y amor incondicional. V. F. Los celos constituyen un estado emocional desagradable que surge cuando un ser querido dirige su atención preferentemente a otra persona. Llevan implícito el miedo a perder o ver mermado el cariño o la atención de ese ser querido. V. F. Frecuentemente, se tiende a equiparar celos y envidia, sin embargo, frente al componente de posesión y apego que reside en la envidia, los celos tienden a ir ligados a la admiración o idealización de algo inalcanzable. V. F. En las manifestaciones de envidia la rivalidad se produce entre dos (deseo algo que posee el otro). V. F. Algunos estudios han constatado comportamientos compatibles con los celos en bebés menores de los dos años de vida, sin embargo, el punto álgido en la manifestación de esta emoción oscilaría entre los 2 y 4 años y se mantendría hasta los 6 o 7 años. V. F. Algunos estudios han constatado comportamientos compatibles con los celos en bebés menores de los dos años de vida, sin embargo, el punto álgido en la manifestación de esta emoción oscilaría entre los 2 y 4 años y se mantendría hasta los 8 o 9 años. F. V. En la infancia, los celos suelen constituir una reacción temporal (si son acompañados y validados) cuya finalidad es que el niño se adapte a una nueva situación o demanda del ambiente. V. F. La manifestación de los celos infantiles suele responder a la búsqueda de atención por parte del cuidador principal; manifestando irritabilidad, rabia o baja tolerancia a la frustración; regresiones; somatizaciones; tristeza o melancolía; desconfianza hacia sí mismos; obediencia o colaboración extrema. V. F. A medida que transcurren los años o que la diferencia con el hermano es menor (tres años o menos) los celos suelen evidenciarse en menor grado. F. V. Los celos son una manifestación biológica y esperable, por lo tanto, acompañar los celos no implica eludir tal emoción. Como adultos de referencia, debemos no incentivar esta emoción por nuestra conducta. V. F. Expresar los celos, validarlos y gestionarlos, constituyen una posibilidad de aprendizaje, crecimiento personal y autonomía para el niño. V. F. Una de las herramientas clave para el acompañamiento de los celos en la infancia es la expresión de validación y gestión del menor. F. V. |